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SANTIADO RONCAGLIOLO EN LA PRESENTACIÓN DE SU NOVELA EN HOLANDA

Presentación de la última novela de Santiago Roncagliolo en suelo holandés

"La Pena Máxima" es su tercera novela traducida al neerlandés

Publicado: 2015-10-16

Fuera el frío otoñal holandés, adentro un ambiente mucho más cálido; el escenario propicio para una nueva noche de letras, con matiz latinoamericano. En la sala de actos del Instituto Cervantes, de Utrecht, todo esta preparado para las Conversaciones con Santiago Roncagliolo. El polifacético escritor y periodista peruano viene a presentar la versión neerlandesa de su última novela "La Pena Máxima", Bloed aan de paal (en holandés). 

En el 2006 su novela "Abril Rojo" le convirtió en el ganador más joven del Premio Alfaguara de Novela. Sus obras han sido traducidas a más de veinte idiomas. Es inevitable que alguien como yo escriba de temas políticos e históricos porque siempre pasan cosas en la historia que afectan mi vida, subraya Roncagliolo. Y es en esos acontecimientos: entre golpes de estado, exilio y terrorismo, que él conoce el miedo, el denominador común de todas sus novelas. De hecho mi madre me decía hace tiempo: “claro que escribes sobre el miedo porque tu naciste con miedo”.

A continuación algunos fragmentos de la charla sostenida entre Santiago Roncagliolo y Maarten Steenmeijer, hispanista, catedrático de Literatura y Cultura Españolas e Hispanoamericanas Modernas en la Universidad de Nimega, traductor y crítico literario.

Había en esas historias un punto de contacto, de separación de madre e hijo, en dos puntos de la historia que me interesaban mucho y que además tienen que ver con la cuna del fascismo y el fin del fascismo.

Maarten Steenmeijer. ¿Cómo nació la novela, cuál es el germen?

Santiago Roncagliolo. El germen son dos historias, que escuche en distintos sitios. La historia [la primera] que me contó un psiquiatra especializado en la historia de los manicomios, a quien yo estaba entrevistando. El tipo me cuenta una historia terrible de una mujer que da a luz durante la guerra civil en Barcelona, tiene a su hijo con las fuerzas de Mussolini bombardeando toda la ciudad. Su esposo es republicano y ella está angustiada porque él está combatiendo en las calles de Barcelona. Así que sufre una depresión postparto y es internada en un asilo psiquiátrico. Los hechos se precipitan; los nacionales entran a Barcelona, el marido tiene que huir [con el hijo] y ella se queda sola en el manicomio. En el caos de la guerra se pierden los papeles y su marido tiene que huir del país, a Panamá. Él no puede volver a España en 40 años porque esta Franco y durante esos 40 años hay una loca en el hospital de Reus que dice “mi marido va a venir a buscarme hoy día”. Fue una historia que me impactó mucho y quedó ahí.

Tiempo después, años después, estuve en Buenos Aires visitando la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), donde la dictadura argentina torturaba a sus opositores y/o presos políticos. Me contaron [la segunda historia] que cuando una de las detenidas estaba embarazada no la soltaban sino que la dejaban ahí. Al séptimo mes dejaban de torturarla y la pasaban a un cuartito. Le prometían que la iban a devolver donde su familia. La tenían ahí hasta el parto. Ella daba a luz, se llevaban al bebé, le inyectaban pentotal [a la madre], la metían en un avión y la arrojaban del avión en vuelo sobre el mar. Cogían al bebé y se lo entregaban a una familia cercana al régimen, que no podía tener hijos […]. Y esto lo consideraban salvar al niño de no crecer en una familia comunista […] sino dárselo a una familia de gente decente.

Había en esas historias un punto de contacto, de separación de madre e hijo, en dos puntos de la historia que me interesaban mucho, y que además tienen que ver con la cuna del fascismo y el fin del fascismo. Y se me ocurrió pensar en la historia de alguien que nace en uno de estos episodios y muere en el otro. Alguien que trata de huir de la guerra, que trata de viajar a 10 mil kilómetros de la guerra y sin embargo al final es atrapado por la misma guerra. Una guerra que continua en otro sitio pero sigue siendo la misma. Ese es Joaquín Calvo, que ha escrito historias […]. Empecé a escribir la historia de este personaje pero nunca sabía como, nunca encajaba, nunca salía. La probé en varias voces, en varios tiempos, no funcionaba […]. Entonces pensé que a lo mejor la podía contar Félix Chacaltana, el último recurso cuando todo parecía perdido y parecía que no había manera. Fue Félix Chacaltana, personaje que venía de la otra novela y que podía haber estado ahí.

conversaciones con santiago roncagliolo

—Roncagliolo recalca que en esas circunstancias detectó y de paso resolvió un problema del cual no se había percatado antes— El problema en conectar con esa historia es que yo no soy alemán, no soy italiano, no soy español, no soy argentino y no soy chileno. Pero Félix podía contarlo desde el Perú, porque había habido esa colaboración de la dictadura peruana y la dictadura argentina.

Y a la vez yo estaba pensando en el fútbol, como el escenario de Argentina 78 —episodio inolvidable en la historia futbolística peruana— Un partido mítico para un peruano (Perú-Argentina partido de semifinal), que perdimos 6-0 con Argentina, gracias a lo cual Argentina fue a jugar con ustedes [Holanda]. En eso estamos hermanados holandeses y peruanos. Somos los que más odiamos el mundial Argentina 78. Perú no ha sido nunca tan pro-holandés. Los peruanos querían que Holanda arrase con Argentina, en venganza por nosotros.

Entonces todas estas cosas me daban suelo para contar la historia, me daban solidez. […] La historia salió muy armada desde el principio y Félix Chacaltana se convirtió en el protagonista y Joaquín Calvo muere en la página tres —subraya con acento desenfadado, provocando risas en la sala—

El humor y el humor negro para nosotros siempre fue, precisamente, una manera de defenderte de la realidad.

M.S. Se podría pensar que es una novela súper seria, que lo es en cierto sentido pero es también una novela, bueno…

S.R. Tiene mucho humor —interviene el escritor en tono ameno— humor negro ¿no? Con la experiencia me he dado cuenta, que mientras más rico se vuelve un país, el humor se vuelve mas políticamente correcto […]

En efecto yo crecí en un país que iba bastante mal por lo tanto se tenía que reír mucho de las cosas. A los europeos siempre les llama la atención cuando les digo que todos mis amigos son apodados: cholo, negro, chino, cojo; por su raza o su defecto físico. Esos eran los apodos que se ponían cuando yo era chico y era normal. […] El humor y el humor negro para nosotros siempre fue, precisamente, una manera de defenderte de la realidad.

Recuerdo una vez que hubo unas medidas económicas muy duras en el año 90 y de repente todo paso a costar de un día para otro 15 ó 20 veces más. Mis amigos y yo nos reunimos para comer el “último pollo”. Había un pollo y habíamos calculado que para comer el próximo pollo teníamos que ahorrar 15 años. Así que hicimos toda una ceremonia: despedimos el pollo, hablamos de todos los momentos gratos que habíamos pasado con el pollo. Era absurdo pero era una manera de no deprimirnos porque en efecto no íbamos a comer pollo […] y el humor servía para enfrentar las cosas, te reías de las cosas que no puedes cambiar. Te ríes de las cosas para enfrentarlas, es una herramienta de defensa.

Después de 15 años viviendo en España mi humor se ha moderado —sentencia sutilmente provocando la hilaridad del público— pero en los libros me despacho. Siempre todo lo que escribo tiene mucho [humor], digamos el tema general es el miedo, a veces miedos políticos, miedos más personales, como el pudor o miedos más cotidianos pero siempre están tratadas con un humor negro que es el humor de el que se ríe para no llorar. Es un humor desesperado de alguien que se ríe porque sino se ríe va a morir de amargura.

instituto cervantes , utrecht

M.S. Y así interpretan sus novelas en distintos países […] Efectivamente los lectores suelen distinguir entre la parte seria y la parte cómica.

S.R. Cuando eres escritor o periodista constantemente te enfrentas a gente que se toma en serio cosas que has dicho con humor […]. En Argentina hay mucha discusión si se podía hacer una novela que tuviese humor en este entorno, en este contexto [de la dictadura militar]. Pero no era exactamente [en el caso de "La Pena Máxima"] ese el contexto, porque estaba todo mirado desde el Perú. De hecho el capítulo que ocurre en la Argentina es más siniestro y más oscuro. Así que en general, si la gente toma bien el humor, lo toma como un alivio cómico, precisamente porque cuando escribes de cosas muy oscuras el humor te permite también seguir leyendo. [...]

Una vez hicieron una versión cinematográfica de "Pudor" (novela, 2004) y quitaron mucho del humor. "Pudor" cuenta la vida sexual de una familia incluido el gato —que es la mejor vida sexual, enfatiza picarescamente—. Y a la hora de producir la película, el productor dijo que hay un principio fundamental en el cine que es no grabar con niños ni con animales porque son incontrolables. […] Dejaron al niño porque parecía más humano. Entonces comprendí que cuando se eliminaba el gato la historia era terriblemente dramática, porque el gato daba esos alivios cómicos. Una especie de metáfora pero era divertida y permitía que no te cortases las venas a media novela. Y eso es lo que le pasó a la gente que salió del cine, salió impresionada del nivel de drama de la historia.

Una buena novela tiene que ser como la vida, que tiene un poco de todo...

También me gusta combinar drama con reflexión, con suspenso, con humor. Una buena novela tiene que ser como la vida, que tiene un poco de todo. Tiene momentos duros, momentos alegres, momentos tensos, momentos de todo porque si lo combinas bien creo que el lector termina la novela con la sensación que ha vivido una vida añadida, de que ha vivido más. Una vida paralela.

M.S. Ya que hablamos de cine ¿cuál es el papel del cine o qué importancia tiene el cine para su obra?

S.R. Bueno el cine en general me interesa. Cuando yo era chico, precisamente en una ciudad muy violenta, una ciudad en la que había bombas, había apagones, había secuestros. Hay peruanos en el público y saben perfectamente de lo que estoy hablando. Lima era muy violenta en los 80 así que no salías de tu casa […]. Además había toque de queda […]. Tenías las películas que pasaban en la televisión y los libros. La mayoría de esos libros eran de grandes autores latinoamericanos, de todo el boom latinoamericano.

Crecí leyendo esos libros y viendo películas de terror, "La dimensión desconocida", esas series de misterio, de suspenso, las series de Alfred Hitchcock. Siempre he tratado de juntar lo mejor de ambas [cine y literatura] en cada historia. Hacer una literatura que tenga una propuesta respecto a la forma, a la prosa. Que esté contada de una manera diferente. En este caso [de "La Pena Máxima"] jugando con los partidos de fútbol, que no sea una historia plana. Que también tenga esa capacidad de las historias de la cultura popular: “Agarrarte del pescuezo” y mantenerte leyéndola y que no la sueltes.

Al ser el miedo tan importante para mí, hay muchos referentes de la cultura popular en el cine, desde películas de Stanley Kubrick hasta películas de Carpenter o de Polanski.El miedo es nuestra emoción mas primitiva. Por eso ha sido muy explotada en la cultura popular, entonces trato de unir la tradición literaria con la cultura popular.

Por lo que me dice mi madre yo no dormía bien, tenía ataques de pánico. Era bastante natural en realidad. La policía entraba de madrugada a revisar la casa...

M.S. Durante la obra, en los años 78, usted no vivía en Perú.

S.R. Así es. Esa es también una de las razones que dieron origen a esta novela. Mi padre era militante en un partido, que se llamaba Partido Socialista Revolucionario y era periodista. Y estaban perseguidos todos los miembros del partido. De hecho mi madre me decía hace tiempo: "claro que escribes sobre el miedo porque tu naciste con miedo." Por suerte no era [un totalitarismo] como el de Chile o Argentina, eran mas “civilizados”. Pero aún “civilizados” y todo, a las 12 de la noche llamaban, cuando mi padre estaba escondido, a decir “ya sabemos donde se esconde”. O detenían a nuestros parientes, (a primos, a tíos, a hermanos) para hostigar, para presionar, para crear miedo.

Por lo que me dice mi madre yo no dormía bien, tenía ataques de pánico. Era bastante natural en realidad. La policía entraba de madrugada a revisar la casa a interrogar a un niño (de un año o dos). Y la situación fue finalmente el exilio. Un día se metió mi padre en la embajada de México, que recibía gente de todas partes y de ahí solo salió con un salvoconducto para volar a México y nosotros nos fuimos detrás de él.

M.S. ¿Y cuándo volvieron?

S.R. Ya a mediados de los 80, cuando ya había pasado la dictadura. Volvimos a una Lima en guerra prácticamente […]. Estaba pensando que yo crecí en dictadura mis primeros años, luego fui a México: en el año 82 hubo la crisis financiera mexicana, volví a mediados de los 80: entró en crisis todo (en guerra), me quedé para que luego hubiese una dictadura. Entonces me vine a España donde estalló la crisis y me mude a Cataluña que ahora se quiere separar —subraya en tono divertido— Y creo que tengo un don. 

Pero también creo que es inevitable que alguien como yo escriba de temas políticos e históricos porque siempre pasan cosas en la historia que afectan mi vida directamente, que me complican la vida por lo general. Las cosas que a mí me han determinado la vida, siempre han venido desde el poder y por eso escribo mucho, no sólo de eso, pero es un tema importante al que voy volviendo.

M.S. En "La Pena Máxima" hay dos personajes creo, que están arraigados en España o en la dictadura de España. Un personaje se llama Miralles… y ahí esta ese personaje de Cercas […] Igual Joaquín Calvo es una referencia a Calvo Sotelo.

S.R. No eso ya es un apellido gratuito. Miralles, si, viene de España y es un homenaje a un personaje de Javier Cercas, "Soldados de Salamina"  (novela publicada en 2001). Es una novela de un autor que yo quiero mucho porque precisamente yo pertenezco a una generación, a un país, a una sociedad que vivió toda esta violencia. Yo creo que la mayoría de los que vivimos eso no estamos muy cómodos ni con un lado ni con el otro. Para empezar la gente que mataron por ambos lados [terrorismo y fuerzas del estado] fue similar, sus métodos fueron brutales por ambas partes. Y luego somos una generación post-guerra fría en la cual ya no hacía falta defender las salvajadas de uno para atacar al otro. Y Cerca es un escritor que recupera los valores de la transición que son un poco eso. Sus personajes tienen una gran ambigüedad moral porque tratan de recuperar los matices del conflicto bélico.

Solemos simplificarlo todo porque es más fácil verlo como en un partido de fútbol. Decir quienes eran los buenos y quienes eran los malos pero lo que hace la literatura es precisamente devolverte, reconstruirte los matices, los detalles de la humanidad […]. Para mí las buenas novelas no son las que te dicen a quien deberías apoyar y a quien deberías denostar, las buenas novelas son las que te hacen ir con tus amigos y pasarte horas discutiendo, porque no te han cerrado la discusión, te la han abierto y se puede mirar desde distintos puntos de vista. En ese sentido encarnan la humanidad que es así de contradictoria y así de compleja.

Creo que cada vez más los hispanos nos sentimos parte de un mundo grande. Nos interesa formar parte de ese mundo más grande. Y tenemos una lengua que crece mucho en todas partes, en todos los países, en todos los soportes.

M.S. Podrías comentar más sobre la relación entre autores hispanoamericanos y españoles, porque hace muchísimo tiempo eran dos mundos…

S.R. Sí, el boom [latinoamericano] renovó todo lo que había. El boom fue muy admirado a finales del franquismo porque, me lo hizo notar Vargas Llosa una vez, contaban lo que los españoles no podían contar. Estos dictadores de las novelas de Gabriel García Márquez o de Mario Vargas Llosa (entre otros) se podían publicar en España porque esos eran sus dictadores. Y bueno, los españoles no podían escribir de estas cosas pero también tenían un dictador que llevaba ahí 40 años. Entonces venían esos latinoamericanos que escribían lo que los españoles querían decir. […]

Al ser la editoriales españolas nosotros siempre leímos a muchos españoles. Cada vez más, todos nos leemos a todos porque los libros cada vez circulan más. Los escritores viajamos más también. Creo que cada vez más los hispanos nos sentimos parte de un mundo grande. Nos interesa formar parte de ese mundo más grande. Y tenemos una lengua que crece mucho en todas partes, en todos los países, en todos los soportes.

M.S. ¿Y Félix Chacaltana va a poder volver en alguna novela?

S.R. Depende de él —replica el escritor amenamente, desatando una risa generalizada entre el público— Yo creo que él decide cuando viene y cuando no. A mi lo único que me preocupa es que Félix no se vuelva más popular que yo. Tenemos un problema de celos. […] Yo lo escribí pensando en Perú pero en realidad representa ese tipo de burócrata de despacho que mira su papel; es muy latinoamericano […]. Se ha convertido en un personaje muy popular y me cae bien. Hemos decidido tener cada uno una vida, encontrarnos de vez en cuando, cuando los dos queramos. Somos una pareja de reencuentros pasionales pero no de matrimonio.

Nueva novela para el próximo año

Respecto a su próxima novela, Roncagliolo comentó que esta debe estar saliendo en los primeros meses del próximo año: "Es un regreso a mi adolescencia peruana, a mi colegio en concreto. Y a esos años en que éramos adolescentes y el país se encendía en llamas. Todo se venía abajo pero nosotros teníamos 15 años y queríamos perder la virginidad. Pero también es una historia de como la violencia social se va contagiando, se va filtrando por las grietas y ellos mismos se van volviendo violentos."

La apertura del coloquio estuvo a cargo de la Directora del Instituto, Isabel Lorda Vidal, quien agradeció la colaboración del Embajador del Perú en Holanda, Carlos Herrera, por haber hecho posible la participación de Santiago Roncagliolo esa noche. Luego de la charla entre los oradores, el escritor respondió también a preguntas e inquietudes del público.

Al finalizar el acto, los asistentes fueron invitados a un vino español y un pincho de tortilla española, "Palabra que ningún peruano hubiera usado", agregó divertidamente Roncagliolo, provocando sonrisas en unos y curiosidad en otros. Efectivamente, si alguien quiere emplear el término "pincho" en Perú o Argentina (por ejemplo) habría que estar al tanto de sus connotaciones. ¡Salud!


Escrito por

Momentos.MaríaD.

María N. Domínguez, Documentalista, Periodista de investigación.


Publicado en

Más que miradas

Cuando el trabajo se hace con pasión surgen obras maravillosas.